Las últimas melodías de Diego: quién era el joven DJ que asesinaron de un disparo en Concepción

La carrera de Diego como DJ solo iba escalando. En Concepción, casi todos los bares lo querían. Su carrera musical empezó desde pequeño, un talento innato como describe su familia. Pero la madrugada que cumplió uno de sus sueños lo mataron. Un disparo le arrebató la vida y con ello la opción de ver crecer a su hijo. El autor del homicidio confesó horas después y quedó en prisión preventiva.

 

Las últimas melodías de Diego: quién era el joven DJ que asesinaron de un disparo en Concepción


El jueves 21 de julio, Diego Herrera, reconocido DJ de 27 años, terminó de tocar a la una de la madrugada en Casa de Salud. Esa noche había sido su debut. No solo tocó por primera vez ahí, sino que también estaba cumpliendo uno de sus sueños: plasmar su estilo en uno de los bares con más trayectoria de Concepción.

Antes de irse conversó por casi una hora con Germán Estrada, uno de sus dueños.

—Se marchó contento y orgulloso de su éxito. Yo me quedé sintiendo que era un cabro prometedor. Era el DJ que más nos gustaba de Concepción —escribió quien también es conocido como el Negro Pésimo, en el Instagram de Casa.

Salió del local por calle Brasil, caminó cuatro minutos y llegó a Argentina 717, a las puertas del Bar Reunión. Le tocaba trabajar otra vez. Al interior de la disco se vio envuelto en una pelea que lo dejó con la polera rota. Eran las 2:40 aproximadamente. Según testigos, quien inició la discusión fue Emilio (24). Los guardias intercedieron y lo echaron, pero Diego no quiso quedarse adentro, estaba alterado.

—Yapo oye, tratemos de arreglar las cosas —le soltó Diego.
—Ya, sí, espérame —respondió Emilio.

En segundos fue a su auto y sacó una pistola. La cargó mientras le apuntaba.

—¡Ya pendejos culiaos, salgan de acá o les disparo a todos! —gritó Emilio mientras los testigos arrancaban para esconderse.

Diego se puso detrás de un auto. Si en algún momento pensó en correr, la bala a quemarropa en su costado lateral izquierdo se lo impidió. En menos de una hora ya estaba muerto. Su sueño se fue igual de rápido que su vida: antes de tiempo.

LAS PRIMERAS ARMONÍAS

El Diego de hace 10 años no tenía tatuajes en los brazos ni en el cuello. Usaba pantalones anchos, poleras con el cuello cortado y zapatillas de skate. Tenía el pelo corto, menos en la parte de atrás donde le rozaba la espalda.


Entre sus tesoros estaba su guitarra, una electroacústica a la que le colgaba una pañoleta roja del clavijero. Era su compañera en el canto y en sus videos con amigos haciendo covers. Su repertorio también estaba compuesto con canciones propias. Participó en festivales de la voz y tuvo una banda de música tropical en el colegio.

—Recuerdo que estábamos en la casa de mis tíos y Diego empezó a tocar batería, tenía dos años. Sin saber leer música ya era capaz de reproducir música que yo escuchaba, que yo era mucho más mayor que él —rememora hoy su hermano mayor Andrés Herrera a BioBioChile.

Andrés tiene 40 años. También es DJ desde 1999. Se fue a Santiago y con eso perdió parte del contacto con su hermano en la última década. En 2018 Diego lo fue a ver un par de veces cuando tocaba en eventos o se acompañaban en festivales. Al año siguiente le dijo que quería quedarse un tiempo en la capital para estudiar y ser DJ. Su hermano le regaló su primera consola.

Ese mismo año Diego hizo un curso en la DJ School, la primera y única academia de djs profesionales especializada en música electrónica. Andrés lo presentó en Misa Xperience, una fiesta electrónica que inició en Santiago, donde fueron sus primeras veces tocando.

En los últimos tres años ya sonaba en la mayoría de los clubes de Concepción. También en otras ciudades de Chile o en eventos como el Corona Sunset. Su agenda siempre estaba llena.

—Diego tenía un talento especial para la música y resaltaba ante todo. El mundo de los djs en general es súper cerrado, pero Diego fue capaz de abrir puertas con su música y su carisma. Es un niñito que tú lo ves y tiene un aura distinta. Y siempre fue así. Todo el mundo lo quería —detalla su hermano.

Diego daba vuelta en dos estilos musicales: Deep House y Minimal Techno. El último tiempo estaba empezando a crear música. Quería llegar a Europa tocando. Su objetivo era componer melodías trabajadas, no comerciales.

LA ALEGRÍA DEL DIEGO

—Diego nació cuando yo tenía 9 años, entonces era mi guagua, era como mi hijo.

Carla Herrera (35) fue la segunda hija del matrimonio entre Carlos Herrera y Verónica Chamorro. Cuando nació Diego, el menor de los tres hermanos, se convirtió en el regalón. El único que hasta los últimos días vivió junto a sus padres. Estos mismos lo impulsaron en su carrera musical y le permitieron dejar ingeniería comercial después de haber estudiado casi cuatro años. Los primeros en la Universidad del Desarrollo y los últimos en la San Sebastián.

La familia se agrandó cuando nació Benjamín -hoy con cinco años-, el hijo de Diego y Sofía. Fueron padres jóvenes. Eran compañeros en el colegio y pololearon varios años. Después se separaron por “cosas de la vida”, según explica su círculo más íntimo. En el último tiempo no se le conoció otra pareja, al menos nunca hubo una presentación formal.

—Entregaba todo por Benjita, todo lo que trabajaba era para él. Su vida era Benja —declara Carla a BioBioChile.

Sin mayores inconvenientes Diego acompañaba a su hijo al colegio o jugaba a la pelota con él. Por las noches se trasladaba por las calles bohemias de Concepción trabajando, en los bares, en las discos y en los afters. Su carrera profesional cada vez iba más en ascenso: estaba en contacto con algunos productores porque quería su propio disco.


Su familia nunca cuestionó que dejara la carrera o que quisiera dedicarse a la música.

—Más que lo que hacía, eran los riesgos que hay en el mundo de noche, pero el Diego siempre fue muy responsable, siempre avisándole a mi mamá dónde estaba. También por eso mis papás lo cuidaban mucho, que llegara a las horas, que avisara —relata su hermana.

Sebastián Iturra también es DJ. Era amigo de Diego y compañeros de escenarios. El día que lo mataron tenían que trabajar juntos en Club Maja a las 3:30 de la madrugada. Ninguno llegó. Ambos estaban en el Hospital Regional de Concepción a esa hora. Diego sin signos vitales y Sebastián en la sala de espera.

—Claramente afecta en el lado emocional perder un amigo, pero también nos afecta a todos nosotros (djs) por el tema que ya no hay seguridad. Esto no partió con el asesinato del Diego. Esto viene de antes. El tema de los disparos, de la delincuencia en general en Concepción, se salió de las manos —expresa Sebastián.

Diego Herrera con su hijo Benjamín

LA ÚLTIMA MELODÍA

Hace un par de meses su hermano Andrés le vendió su computador. Estaba armando su estudio en su habitación. Tenía su MacBook, unos vinilos, su “máquina”, y la producción de su propia música. Estaba logrando sus metas, como tocar en Casa de Salud.

Esa misma noche, cuando le dispararon, Diego se levantó y quiso correr pero se desplomó. Emilio se paró en mitad de la calle exhibiendo el arma y vociferó “ya pendejos culiaos, vengan ahora”. Luego se fue en su auto, un Mazda.

Los testigos auxiliaron a Diego pensando que se había desmayado. Creían que era un arma a fogueo y que se asustó al verla. En ese momento nadie sabía que era una pistola Jiménez Arms calibre 38 comprada hace un año en una armería de calle San Martín. Tampoco que era de un amigo de Emilio y que estaba inscrita para defensa personal con tenencia en domicilio.

Antonio vio cómo le dispararon a Diego. No era su amigo. No era un conocido. Nunca había coincidido con él antes de eso, pero estaba llegando a su casa en calle Argentina cerca de las 2:40. Cuando lo vio tendido fue corriendo y preguntó si alguien sabía primeros auxilios. Nadie sabía. Le intentaron levantar los pies. Todos llamaban a una ambulancia y a Carabineros. Nunca llegaron.

Lo entraron a Liberec, otra disco que estaba en la misma calle. Antonio lo revisó y le vio el impacto de bala. Tenía conocimientos mínimos por estudiar Educación Física. Le tomó las pulsaciones. Estaban bajas. Comenzó a convulsionar. Le hizo un masaje cardíaco y dijo que había que llevarlo al hospital o se iba morir.

Entre cuatro personas lo subieron al asiento del copiloto de un jeep. Antonio se subió encima de él mientras le continuaba haciendo reanimación. De esa noche cuenta a BioBioChile:

—Vuelve a la consciencia un poco. Me dice que le dolía un poco el estómago, y yo le digo “ya tranquilo, te llevamos porque te duele un poco el estómago, así que tranquilo nomás, en el hospital te van a dar una agüita”. Yo trataba de calmarlo y entra en paro de nuevo.

Diego no reaccionaba. No tenía pulsaciones, pero el masaje cardíaco lo hace despertar una vez más. Con una voz más aletargada pide agua, dice que tiene sed y la boca seca. Antonio pide ayuda a los amigos que iban en estado de shock en el asiento trasero; le exige que le hablen y le golpeen un poco la cara para que despierte, que le tomen las pulsaciones.

Cuando llegaron al Hospital Regional de Concepción se estacionaron en la entrada de urgencia. Antonio bajó corriendo para pedir ayuda. La escena era aterradora: con sus manos llenas de sangre intenta explicar que Diego viene herido de bala sin orificio de salida, que se estaba muriendo. Le responden “ya, tráelo”. Les reitera que está peso muerto, que no lo pueden mover. Mandan a un guardia con una silla de ruedas. No pudieron sentarlo, se desvanecía.

—En ese momento yo entro una vez más y pido que por favor hagan algo porque en realidad no podíamos ayudarlo. Yo les pido casi ya en shock que por favor nos ayuden porque en verdad nadie hacía nada.

Al final, con el guardia sosteniéndolo en una extremidad lograron llevar a Diego a una camilla entre cuatro personas. Antonio tuvo que sacarle la polera para que el enfermero le tomara las pulsaciones. Diego reaccionó por última vez desesperado, dijo que se estaba ahogando, que necesitaba agua.

—Tuve sus últimas palabras, sus últimos latidos. Sentí cómo latía su corazón —lamenta Antonio— he tenido esa angustia de tener que vivir con que se me murió una persona en las manos. Vivir el proceso de ver cuando matan a una persona. Éramos totalmente desconocidos y me tocó la circunstancia, la hora, el momento justo.

Arriba a la izquierda: Andrés Herrera, Diego Herrera y Sebastián Iturra.

EL MENSAJE

Cuando el reloj marcó las 3:22 Diego murió. Fue un shock hipovolémico provocado por el disparo que le hizo perder tanta sangre que su corazón dejó de bombear lo suficiente. Fue una herida homicida.

Esa mañana Emilio y su padre se presentaron a Carabineros asumiendo ser el autor del disparo. No explicó detalles ni tampoco dio una declaración, hizo uso a guardar silencio y quedó detenido.

La fiscal Belén Kuzmanic consiguió dejarlo en prisión preventiva por el delito de homicidio simple consumado. Los testimonios de testigos hasta la fecha lo señalan como autor del disparo.

—De la declaración de algunos testigos se desprende que existiría un conflicto por una mujer que habría sido expareja del imputado —explicó la fiscal en su formalización.

Su hermana Carla comentó que Diego conocía a Emilio pero nunca hubo un conflicto previo. Por el contrario, nunca tuvo altercados con otras personas. Su amigo Sebastián apunta a que todo fue premeditado y desconoce el lío de la mujer involucrada. Lo cierto es que esa noche, Emilio salió junto a su amigo y subió a sus redes sociales una foto de ambos junto al siguiente mensaje: “Si ojos tienen que no me vean. Si manos tienen que no me agarren…”

La defensa de Emilio planteó que estaba colaborando con la investigación, que no eludía la justicia y que fue en defensa propia, pero el tribunal desestimó los argumentos y dio tres meses para investigar. No conforme, pidieron arresto domiciliario total, aunque la parte querellante se opuso.

Ricardo Guevara, abogado de la familia de Diego, esclarece que todas las pruebas hasta ahora apuntan a Emilio. Buscan una sentencia con cárcel, la más severa posible. También quieren que se sancione al amigo que salió con él y era el dueño del arma.

—Nadie puede andar armado por las calles sin permiso —sentenció a BioBioChile.

El nombre de Emilio y Antonio han sido cambiados por orden del Juzgado de Garantía de Concepción, quien atendido el principio de inocencia, no permite divulgar nombre ni imagen del imputado. Así también, cualquier testigo involucrado en la investigación.

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