Tiempo pasado, tiempo olvidado: Por eso a menudo no recuerdas lo que estudiaste.
La memoria es un proceso intrigante que despierta la curiosidad en todas las edades, pero ¿por qué olvidamos gran parte de lo que estudiamos? Según la Profesora Noelia Valle, de la Universidad Francisco de Vitoria, aprender implica adquirir información nueva, memorizar es almacenar y recuperar esa información, y recordar es acceder a ella.
La memoria se compone de codificación, consolidación, recuperación y olvido, donde las neuronas forman engramas que al repetir activación, consolidan la memoria a largo plazo. El olvido es necesario para hacer espacio en el cerebro, y estrategias como conectar nuevos conocimientos con los previos, reflexionar sobre lo aprendido y una enseñanza activa pueden mejorar la retención de la memoria, mientras que estudiar solo antes de un examen puede no generar una memoria duradera.
Cuando estudiabas, seguramente muchas veces te pasó que al poco rato se te olvidaba lo que repasaste, incluso durante el examen o certamen. “Pero si esto yo lo estudié”, reflexionas.
La memoria es un proceso fascinante que despierta la curiosidad de todas las edades. A lo largo de nuestras vidas, todos nos hemos preguntado dónde y cómo se guardan nuestros recuerdos, o por qué olvidamos gran parte de lo que estudiamos.
Aprender es adquirir nueva información o habilidades a través de la observación, la práctica o la enseñanza. Memorizar es el proceso de almacenar y recuperar esa información, algo que se consigue con la repetición.
Finalmente, recordar es la capacidad de acceder y reconstruir la información almacenada, señala un artículo de The Conversation, de la Profesora de Fisiología de la Universidad Francisco de Vitoria, Noelia Valle.
Algunas cosas que aprendemos y memorizamos pueden quedarse con nosotros para siempre, como montar en bicicleta, mientras que otras, como resolver raíces cuadradas o recordar todas las capitales asiáticas, pueden olvidarse rápidamente.
La Esencia de la Memoria
La memoria es un proceso complejo compuesto por cuatro etapas: codificación, consolidación, recuperación y olvido, indica Valle.
Durante estas fases, se producen cambios físicos en grupos de neuronas conocidas como “engramas”, las cuales forman las huellas físicas de la memoria en nuestro cerebro.
Cada nueva experiencia provoca la excitación coordinada de ciertos grupos de neuronas, lo que conocemos como codificación. Estas neuronas generan recuerdos cuando vuelven a ser estimuladas, pero al principio, estos recuerdos son débiles y susceptibles de desaparecer sin el debido mantenimiento.
La segunda fase, la consolidación, depende de la plasticidad neuronal. Para que una memoria débil se transforme en una memoria a largo plazo, es necesario que ocurran cambios estructurales en las engramas, lo que implica la formación de nuevas sinapsis entre las neuronas activadas durante el aprendizaje. Este proceso de consolidación es fundamental para que la información se conserve y pueda ser recordada en el futuro.
La repetición juega un papel crucial en la consolidación sináptica, ya que la repetición de actividades o la evocación de conceptos activa las engramas el tiempo necesario para que se formen nuevas sinapsis.
Curiosamente, las representaciones repetidas de un evento de aprendizaje durante el sueño también activan las engramas, lo que refuerza la memoria.
El Proceso de Recordar y Olvidar
Las sinapsis que forman la memoria a largo plazo se mantienen aunque dejen de usarse, lo que permite la recuperación de la memoria. El éxito del recuerdo depende de la coincidencia entre el contexto de recuperación y el de codificación y consolidación.
Por último, el olvido es una fase necesaria en la memoria. La potenciación de ciertas engramas durante la consolidación implica la eliminación de otras, lo que permite “hacer espacio” en el cerebro.
Este olvido se produce por la despotenciación de circuitos existentes, la ocupación del espacio sináptico por nuevos procesos de neurogénesis e incluso la eliminación de sinapsis.
Héctor Ruiz, en su libro ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza, sugiere varias estrategias para mejorar la retención de la memoria, señala la profesora de Fisiología.
Es más fácil incorporar nuevos conocimientos si se conectan con conocimientos previos almacenados. Además, reflexionar sobre lo que aprendemos, en lugar de solo escucharlo o verlo repetidamente, aumenta la capacidad de memorizar. También es crucial profundizar en el aprendizaje, razonando sobre la misma idea en diferentes contextos para facilitar la recuperación posterior.
Una enseñanza activa que implique la aplicación, interpretación, evaluación o explicación del conocimiento puede activar las engramas hasta 20 veces más que durante el aprendizaje inicial. En contraste, estudiar solo antes de un examen es poco probable que genere una huella duradera en nuestro cerebro.
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