En el intento de abril, el cohete, utilizando un propulsor combinado de metano líquido y oxígeno líquido, atravesó lo que se llama Max Q, el área donde la nave soporta la presión dinámica máxima, y alcanzó velocidades de hasta 2.156 kilómetros por hora.

Si todo hubiera ido bien, tanto el propulsor como el Starship se habrían separado y cada uno habría realizado sus propios aterrizajes en ‘aguas duras’, con el propulsor cayendo en el Golfo de México y el Starship en el Océano Pacífico después de su vuelo.

El sistema de lanzamiento en Texas, y uno que eventualmente se construirá en el Centro Espacial Kennedy, está diseñado para que eventualmente el propulsor Super Heavy regrese a la torre de integración de lanzamiento de 142 metros de altura a menudo denominada “Mechazilla”, con un aterrizaje con la ayuda de dos brazos metálicos giratorios llamados “palillos”.

La nave espacial Starship también realizaría un aterrizaje vertical en su destino, lo que convertiría a la combinación en el primer cohete totalmente reutilizable de la industria.

La NASA ha estado esperando la nave Starship de SpaceX, ya que ha contratado a la compañía de Musk para proporcionar una versión funcional para que sus astronautas en el programa Artemis la utilicen en su viaje a la superficie de la luna.

Esa misión está actualmente programada para el vuelo Artemis III, no antes de diciembre de 2025, pero eso requeriría que SpaceX ponga en funcionamiento su Starship y realice un aterrizaje exitoso sin tripulación en la luna antes de que la NASA permita que sus astronautas suban a bordo.