Como emplear la termodinámica y la fisioquímica para cocinar el mejor asado de dieciocho días del multiverso
En cosa de gustos no hay reglas, pero para mí un dieciocho sin su buen asado no es dieciocho, y las berenjenas a la parrilla no valen. Aún más, el asado es casi una experiencia religiosa: es un rito más antiguo que la humanidad.
Nuestros ancestros pre-humanos domaron el fuego hace un millón de años y asaron carne. Con esto estaban pre-digiriendo la comida fuera de sus cuerpos, lo que les dio acceso a las calorías extra que se necesitaban para desarrollar el cerebro: el cerebro humano representa apenas el 2% del peso corporal, pero gasta el 20% de las calorías que consumimos. Sin el asado, nunca habríamos desarrollado la inteligencia y nunca hubiéramos llegado a ser humanos. Comer carne asada hizo la diferencia entre nuestros ancestros y otros primates que sólo comen hojas, como los gorilas. Sin asado, nunca habrían existido las pirámides, nunca habríamos descubierto la ciencia y nunca hubiera nacido Albert Einstein. Fue el asado lo que transformó a nuestros ancestros en humanos.
Así que en honor a eso, usemos la ciencia para crear el mejor asado dieciochero del multiverso: las mismas leyes que describen el funcionamiento de un agujero negro en el centro de la galaxia también describen el cómo se asa un trozo de carne en la parrilla.
Partamos por no enfermarnos. ¿De qué color es la carne fresca? La carne tiene una molécula morada oscura que llamada mioglobina, la que sirve para almacenar oxígeno dentro del músculo. Por eso el color de la carne fresquita, recién cortada es morado oscuro. A veces la gente piensa que está mala, cuando en realidad está muy fresca. Cuando entra en contacto con el oxígeno del aire, esta molécula se transforma en oximioglobina, que es de color rojo brillante. La carne fresca es morado oscura o es roja brillante. Si estuvo siempre al vacío, tiene color morado oscuro.
A los quince minutos después de salar, las sales empiezan a romper las proteínas de la carne, haciéndola mucho más absorbente. El músculo se transforma en esponja. Poco a poco, los jugos de la carne empiezan a reabsorberse con la sal por dentro. Recién una hora después de salar, el jugo ha sido completamente reabsorbido a la carne. ¡Ahora sí la puede tirar a la parrilla, sin pozas en la superficie y con la sal por dentro!
Los expertos incluso salan la carne un día antes. De esta forma, cuando la asan queda jugosa y saladita por dentro, y con una cascarita crujiente y deliciosa de Maillard por fuera.
Ahora que ya consiguió el asado perfecto, tenga cuidado para no destruir todo lo conseguido en el último minuto.
Cuando la carne está recién salida de la parrilla, el interior puede estar bastante caliente. Los líquidos se dilatan con el calor, y eso significa que el jugo de la carne está a presión en su interior. Si en el apuro corta la carne apenas sale de la parrilla, y además lo hace cortando las fibras, se quemará la lengua, no saboreará nada y sólo desparramará el jugo en el plato y no en su boca. En lugar de eso, espere un par de minutos con la carne en el plato, y luego corte la carne siguiendo la veta de las fibras del músculo. El resultado será un trozo de carne perfecto, que explotará con los jugos y la grasa en su boca, mientras sus papilas gustativas se regocijan en las proteínas glucosiladas de la reacción de Maillard.
Ahora bien, para digerir un alimento tan rico en nutrientes como la carne el cuerpo usa más agua que para digerir un trozo de apio. Por eso, ¡comer asado da sed! Dado que está celebrando el dieciocho de septiembre, lo más probable es que no quiera beber agua si no que más bien esté deseando una buena chicha en cacho. Conocer las leyes de la física también ayuda a realizar esta tarea en forma correcta.
Lo que debe tener en cuenta es que cuando el cacho es muy flaco y medio chueco, la presión atmosférica va a impedir que salga bien la chicha. Entonces usted va a empinar más el cacho formando una burbuja en la chicha, acompañada con la consiguiente onda de choque que le salpicará toda la chicha en la cara. El fenómeno se parece a cuando la leche sale a borbotones de una caja. Así que los cachos flacos no sirven: escoja un cacho gordo para tomar chicha en el que se pueda servir en forma generosa y sin timidez.
Haga un buen salud y acabe de estimular su circuito de recompensa cerebral con el alcohol y glucosa de la chicha después de haberlo llevado al éxtasis con las deliciosas proteínas glucosiladas de la reacción de Maillard. ¡Que viva Chile, mierda!
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